lunes, julio 31, 2017

Caídos

Dime, oh Musa, cómo el tiempo se va,
y los amigos y los días,
dime, cuándo perdimos la senda,
y cómo el navegar a puertos seguros
trajo la traición y la molicie.
Que encuentre mi fuerza en Dios,
mi égida en sus mensajeros,
pues lejos estamos de la Patria,
peregrinos entre el oleaje y la calma.
Gracias sean dadas al Eterno,
pues aún conservo la visión de aquella contienda;
allá en el horizonte,
los muros de Ilión,
frontera hacia la Eternidad.
Al oeste, muerte y hades
por quienes abandonaron la edad de oro. 


 
Dice el viento
como lamento de Céfiro,
que ni los niños tienen ya edad prístina,
y los hombres sucumben
ante las fauces de la hydra.
Dice el viento, por tanto,
que arriemos velas,
y que busquemos una patria
donde vivir y morir sin gloria.

¡Céfiro traicionero!,
¡tu arrastras los lamentos de los caídos en la batalla,
aquellos que no creyeron en Ilión,
ni en la égida con la que los “dioses” nos cubrían¡.
El pasado es un fantasma,
dicen los que cayeron,
y que quienes permanecen mirando al este han caído bajo algún hechizo.
Y, entonces ¿dónde queda pues el vigor de la pureza, Espada de Luz?.
Oh, Eterno, oh “dioses”,
¡llevadme siempre hacia al oriente!
¡salvadme del viento engañoso!.
¡Oh, camaradas traidores, que cedéis al canto de las sirenas!.
¡Alzáis la bandera de lo presente!
¡ignoráis que sólo en la castidad hay gloria,
la del eterno presente!